No olía a sudor
Cuando era una preadolescente, enloquecí, como tantas otras antes y a la vez que yo, por un grupo musical. Digamos que se llamaba Chicos J, por ejemplo. La mayoría de mis compañeras soñaban con el vocalista (aunque no conociéramos esa palabra); pero yo, que ya daba muestras de necesitar diferenciarme (prometo mirármelo), me enamoré del guitarrista. Llevaba los pelos de punta y era el mayor de todos con diferencia, pero fijarme en el que más años me sacaba era otra seña de identidad. Por aquel entonces veraneábamos en un pueblo de la sierra madrileña. Yo todavía no tenía edad para trasnochar y en aquella ocasión, rara entre las raras, mis padres habían salido juntos a cenar. Supongo que mi hermano se quedó a mi cargo, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que estaba profundamente dormida cuando mis padres entraron en mi habitación. Debía de ser algo grave para que me despertasen, pero el caso es que sonreían uno al lado del otro como si posaran para una foto. Hija, h...