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Mostrando entradas de octubre, 2024

No olía a sudor

  Cuando era una preadolescente, enloquecí, como tantas otras antes y  a la vez que yo, por un grupo musical. Digamos que se llamaba Chicos J, por ejemplo. La mayoría de mis compañeras soñaban con el vocalista (aunque no conociéramos esa palabra); pero yo, que ya daba muestras de necesitar diferenciarme (prometo mirármelo), me enamoré del guitarrista. Llevaba los pelos de punta y era el mayor de todos con diferencia, pero fijarme en el que más años me sacaba era otra seña de identidad. Por aquel entonces veraneábamos en un pueblo de la sierra madrileña. Yo todavía no tenía edad para trasnochar y en aquella ocasión, rara entre las raras, mis padres habían salido juntos a cenar. Supongo que mi hermano se quedó a mi cargo, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que estaba profundamente dormida cuando mis padres entraron en mi habitación. Debía de ser algo grave para que me despertasen, pero el caso es que sonreían uno al lado del otro como si posaran para una foto. Hija, h...

L.S.

  La moderna manera de escuchar música Un trozo de aire        Descubro que L.S. lleva muerta catorce años. Solo conozco una de sus canciones, pero daba por sentado que era una mujer viva. Busco. Internet. Qué magia y qué condena. Murió a los 37 años. Asumo que se suicidó o tuvo un trágico accidente de avioneta, o que las drogas acabaron con ella. Así funcionan algunos prejuicios bohemios. Pero no es cierto: solo me da tiempo a pensar en la primera de las opciones antes de que Internet -qué magia, qué condena - me desvele la verdad: cáncer de mama. Hago cálculos: cuando escuché por primera vez esa única canción suya, L.S estaba viva. Ella no lo sabía, pero le quedaban cinco años de vida. Voy a repetirlo: solo tenía 32 y le quedaban cinco. Y yo estoy aquí. Tengo diez más de los que alcanzó ella. Inútiles matemáticas. Si fuese católica, supongo que este sería un buen momento para persignarme. Durante cinco años, cada vez que escuché esa única canción ...