Agua
Iba a la cocina para abrirme la cervecita de los viernes por la noche. Acababa de adentrarme en las densidades argumentativas de una filósofa que cuestiona las teorías de la psicología evolutiva según las cuales el altruismo no existe porque nuestros genes son egoístas. Necesitaba una pausa. Antes de abrir la nevera (justo antes, ese instante en que tomas una decisión, ese hito temporal en el que todo podría haber sido distinto) decidí comprobar la presión de la caldera, que a veces se pone mohína y baja más de lo que debe. Oh. Oh. Estaba en la zona roja de baja presión. Sé que hay que girar la palomilla negra. Sé que hay que meter presión poco a poco. Lo sé. Pero nunca antes me había visto en números rojos, y me asusté como si la casa entera pudiera desplomarse sobre mi torpe cabeza. Así que giré al máximo la palomilla negra. Ay, la polisemia. Cuando quise cerrarla, ya era demasiado tarde. La presión había superado el límite de seguridad y la caldera empezó a soltar una cata...