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Mostrando entradas de abril, 2025

Los infalibles

  Hechos Una compañera ─ coincido con ella tomando café ─ me pregunta por mis tutorandos de 4º de ESO y sus intenciones al terminar el curso. Ella lo tiene muy claro: ─ El consejo orientador debería ser determinante: para que un alumno pudiera cursar Bachillerato, debería estar de acuerdo el conjunto de sus profesores de 4º; que NUESTRA opinión tuviese el peso decisivo para que pudieran matricularse. Noto que ella usa la primera persona en mayúsculas y que a mí se me eriza todo el vello que cargo sin depilar, que se me crispa el alma debajo de la piel. Hago un par de respiraciones profundas antes de responder. Hechos Hace unas semanas pasé una velada preciosa con mi amiga M., profesora de Física y Química en un instituto de secundaria en el que se esfuerza por sacar adelante a un alumnado especialmente vulnerable. Durante años dedicó también mucho tiempo y energía a impartir clases en una academia para universitarios que necesitaban un extra de trabajo. A lo largo de s...

Vacaciones perfectas

Son ocho alumnos y una alumna de 2º de ESO. Arrastran un fracaso escolar digno de mejor nombre. Les pido que describan sus vacaciones perfectas con unas pocas condiciones: pueden teletransportarse y no hay límite de dinero. Les digo esto porque me da miedo que sus vacaciones perfectas consistan en estar encerrados en su habitación jugando a la Play. Además, deben escribir el texto en futuro; ejemplifico en la pizarra: iré, haré… Lo primero que me llama la atención es su resistencia a encajar esto último. La mayoría se agarran al condicional ─ irían, harían ─ ; supongo que a todos nos cuesta creer que lograremos las vacaciones perfectas. Pero a unos más a que a otros. Les insisto para que corrijan el tiempo verbal: quiero que se visualicen en la mejor de sus semanas santas con la contundencia de los hechos. No se me ocurre nada , repiten durante los primeros minutos. Pero después escriben. Y sus textos me dejan un sabor agridulce horas antes de hacer mis propias maletas. Hay inesperada...

La salamanquesa

  Volvía a casa después de mi clase de pilates. Al salir del coche, por primera vez en muchas semanas, no sentí frío en el espinazo ni tuve que sortear charcos. Miré al cielo, despejado por fin, y me detuve a observar un incipiente amago de luna. Pararse así unos minutos en la penumbra de la noche sin que la espalda se contraiga aterida bajo el abrigo es uno de esos placeres que solo pueden disfrutarse la mitad del año. Por fin estábamos ahí, había llegado la primavera. Sin proponérmelo, acudieron a mi mente como una melodía las tardes largas de luz, el olor del jazmín, las noches veraniegas, las cenas al aire libre y mi querida, mi pequeña salamanquesa trepadora. Cuando vine a vivir al campo, hace ahora trece años, era incapaz de distinguir un fresno de una encina . No es que ahora sepa mucho más, pero al menos no comparo cualquier árbol con un semáforo. La primera noche que pasamos en nuestra nueva — y anciana — casa, mi pareja y yo dormimos en unas esteras tiradas en el ...