Demasiados nombres

 

Escribí un monólogo teatral protagonizado por Catalina de Salazar. Era solo un divertimento medio tonto en el que la mujer de Cervantes confesaba que era ella la auténtica autora del Quijote. Una joven actriz (ay, ambas éramos tan jóvenes entonces) lo representó en varios cafés-teatro junto con otros dos textos míos y ahí quedó la cosa. No esperaba hacerme millonaria ni salir en la sección de cultura del Telediario. Tiempo después, el que era mi amigo más querido y necesario —llamémosle A— escribió un dueto de microteatro basado en esa misma idea. “Te he plagiado”, me dijo. La mujer de Lope y la del manco de Lepanto departían en su obra sobre las andanzas de sus esposos mientras ellas daban rienda suelta a la pluma que los hizo célebres. No soy capaz de recordar cuántas partes de mi texto había tomado mi amigo, pero él se sentía en deuda conmigo, así que brindamos tres o cuatro veces por nuestra amistad, y por el teatro, claro.

Algunos años después, cuando A. y yo nos habíamos distanciado por razones de mucho más peso que la dramaturgia, otro amigo, un ex, en realidad (llamémosle D.), me llamó entusiasmado: “¿Recuerdas tu monólogo y el microteatro de A.? Pues a partir de tu idea, él y yo hemos escrito otra obra, incluyendo textos de Lope y de Cervantes. ¡Nos la han seleccionado para xxx!” (omitiré los detalles del festival). Le hacía mucha ilusión y —qué curioso— sentía una especial necesidad de hacérmelo saber. Días después, me mandó el cartel para que le diera mi opinión; era un movimiento bastante extraño, pero es lo que tiene la mensajería instantánea: un exceso de mensajes innecesarios. Ahí estaban, en el cartel, los nombres de Félix Lope de Vega y Carpio, Miguel de Cervantes Saavedra, y A y D. con sus respectivos apellidos. Por supuesto, en ningún sitio aparecía nada semejante a “a partir de una idea de” seguido de mi nombre. Bueno, no me iba la vida en ello. Pero cuando mi ex, con sospechosa insistencia, quiso conocer mi opinión sobre el cartel, fue evidente que buscaba mi absolución. Dudé (siempre dudo, por eso este blog), pero al final dejé caer un tímido “Hombre, no habría estado mal si hubierais incluido…”

—Ya, ya, me dijotambién lo había pensado yo, pero es que ya son demasiados nombres.


No fui al estreno para evitar encontrarme con A., mi antiguo amigo; aún me dolía demasiado, por otras razones. No lo logré. El día que finalmente acudí, ahí estaba él, ufano porque había conseguido no sé qué patrocinio. Me habló -larga, frondosamente- como si nada hubiera ocurrido entre nosotros, como si la muerte de mi madre no hubiese abierto un abismo en nuestra amistad. De la obra tampoco me dijo nada, como si lo que íbamos a ver al apagarse las luces no tuviese nada que ver conmigo ni con él. Como si aquel brindis de cuatro años atrás en la cocina de mi casa solamente fuera un espejismo de mi memoria ilusa.


La sala quedó a oscuras; se encendieron los focos del escenario. Mi ex, D., además de coautor, era uno de los protagonistas: todos eran varones, para evocar mejor los espectáculos barrocos, supuestamente. El público guardó silencio, el diálogo arrancó la función. Y durante hora y media asistí a una representación feminista, con una larga reivindicación explícita incluida, sobre la invisibilidad de las creadoras a lo largo de la historia. Con un par. Un par de ex ex.

Mi acompañante, al tanto de toda la historia, escuchando mis propios chistes sobre el escenario, no daba crédito. Yo tampoco, pero con una ingenuidad que me avergüenza hasta el tuétano, pensé que en el momento de los aplausos, mi exnovio, con el corsé y la basquiña puestos, haría un gesto cómplice al lugar que yo ocupaba en el patio de butacas, un reconocimiento como el que se hace al técnico de sonido, una mano extendida que diría “a partir de una idea de”. Pero no. La obra feminista sobre la invisibilidad de las creadoras terminaba ahí.

Habíamos quedado para tomar unas cañas después, pero me fui de allí antes de que se encendieran de nuevo las luces de sala. Y caminé. Y caminé. Hasta que se me acabó el llanto.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

L.S.

No olía a sudor

Tutoría