La fantasía de la obediencia
A lo largo de este curso se han sucedido una serie de pequeños infortunios domésticos: fisuras de radiadores, avería definitiva de mi ordenador portátil, defunción de uno de los motores de la nevera, golpe estúpido y aparatoso en el parachoques del coche, agrietamiento recurrente de la manguera, destrozo de la valla del jardín por efecto de un vendaval, rotura de sombrilla a causa de otro vendaval, desaparición espontánea de todas las fotos que guardaba en mi teléfono móvil. A ello debo sumar algunos problemas de salud, como una tendinitis persistente en la mano derecha, pérdida preocupante de hueso en las encías, segunda extrusión de menisco con bloqueo articular y visita a urgencias. Tras cada contratiempo, y pasado el primer momento de desasosiego, pienso en las desgracias verdaderamente graves que les suceden a otros y me digo: que todos los males sean estos. Es mi mantra tranquilizador. Porque además, tengo lo que yo llamo la fantasía de la obediencia: si hago todo lo que...